Después de la muerte y sepultura de Jesús, los discípulos estaban tristes y confundidos. Habían olvidado que Jesús les dijo que tenía que morir, pero que resucitaría.
Algunos de los discípulos se quedaron en Jerusalén pensando en lo que harían, mientras que otros comenzaron a dispersarse lentamente. Debe haber sido un tiempo muy triste y de mucha confusión. ¿Se imaginan cómo se sintieron? Ellos habían puesto toda su fe en Jesús y ahora Él estaba muerto. ¿Cómo era posible?
Dos de los discípulos decidieron ir a Emaús, un pueblo no muy alejado de Jerusalén. Mientras caminaban, hablaban de todo lo sucedido. Había mucho de qué hablar. Jesús había sido traicionado por Judas Iscariote, tomado como prisionero, azotado y asesinado. Ahora la tumba en la que había sido puesto estaba vacía. Ellos simplemente no sabían qué pensar; sencillamente era demasiado.
Pronto, Alguien se unió a ellos por el camino. Les preguntó a los discípulos de qué hablaban y por qué estaban tan tristes. Ellos pensaron que el Extranjero debía venir de muy lejos porque no había oído de Jesús, así que le explicaron toda la historia.
Cuando le contaron la historia de Jesús al Extranjero, la conversación cambió. ¡Ahora era el turno del Extranjero de contarles una historia!
Mientras iban por el camino los tres, este Hombre explicó las Escrituras de una manera muy maravillosa. Habló de Jesús y por qué tenía que sucederle todo eso. De alguna manera este Hombre sabía cosas de Jesús que la mayoría de personas no hubieran conocido. Exactamente, ¿quién era este Hombre?
Después de una larga caminata, comenzó a oscurecer, entonces los dos discípulos le pidieron al Extranjero que pasara la noche con ellos. Cuando los tres hombres se sentaron a cenar, el Extranjero misterioso bendijo el pan y lo dio a los discípulos. De repente sus ojos fueron abiertos ¡y Lo reconocieron! ¡Era Jesús! ¡Todo ese tiempo estaban hablando con Jesús y no se daban cuenta!
Jesús desapareció repentinamente de su vista, dejando asombrados a los dos discípulos. ¿Cómo habían estado tan ciegos a Él? Recordaron las conversaciones que tuvieron con Jesús por el camino e hicieron la pregunta: “¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras?”.
Ahora SABÍAN que Jesús siempre estaría con ellos. Tal vez no lucía como antes, pero Él ciertamente estaría allí.
Jesús nos prometió que permanecería aquí en la forma del Espíritu Santo hasta que vuelva para llevarnos al Cielo. Él quiere hablar contigo como lo hizo con esos discípulos. Lo único que tienes que hacer es pedirle; ¡Él responderá!