Jesús acababa de alimentar a 5.000 personas con sólo 5 panes y 2 peces. Fue un milagro maravilloso que inspiró a muchas personas a seguir a Jesús. La gente lo amaba y cada vez querían escucharlo hablar más. Cuando Él hacía milagros, no podían negar que de nuevo Dios estaba entre ellos. Pero de repente todo cambió.
Jesús fue a la ciudad de Capernaum y predicó en el templo. Esta vez, Jesús no estaba frente a la gente haciendo milagros; estaba predicando cosas que parecían imposibles de entender.
“De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros”.
¡Guau! ¿Le acaba de decir Jesús a la gente que tenían que comérselo? Sin duda, ésta era una verdadera prueba. ¿Cómo podría la gente creerle a un Hombre que decía algo así?
Aunque acababan de ver a Jesús alimentar a 5.000 personas sólo con 5 panes y 2 peces, casi todos le dieron la espalda y lo dejaron. No pudieron entender lo que Jesús quiso decir y no tenían la fe para seguir creyéndole.
Jesús miró a Sus 12 discípulos, quienes se quedaron a Su lado, y les preguntó: “¿Queréis acaso iros también vosotros?”.
Fue cuando el gran discípulo Pedro demostró su fe y respondió: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida Eterna”. Pedro sabía que Jesús era el Cristo prometido. Aunque no podía entender lo que significaban las Palabras de Jesús, de todas maneras Le creía. Pedro tenía la revelación de Quién era Jesús y no le importaba si no podía entender todo lo que Él decía. Su fe en Jesús era más importante que su propio entendimiento.
Hoy es igual. Hay muchas cosas en la Biblia y en el Mensaje del Hermano Branham que no entendemos completamente; pero hay Algo en nosotros que, sin importar lo que sea, sabe que la Palabra de Dios siempre está correcta.
De haber estado allá con Jesús en Capernaum, ¿estarías entre aquellos que lo dejaron, o serías como Pedro, que le creyó a Jesús sin importar lo que fuera?