Noé

Noé construyó un barco enorme, llamado “arca”. Era tan larga como un campo de fútbol.

Dios le dijo a Noé que iba a llover, pero nadie lo creyó. Nunca antes había llovido.

Cuando comenzó a llover, seguramente pareció como que nunca pararía. Llovió sin parar durante cuarenta días y cuarenta noches.

Después de que dejó de llover, el agua tardó mucho en secarse. Noé envió varias palomas para ver si podían encontrar tierra. Finalmente, una regresó con una rama de olivo; entonces, Noé supo que había tierra cerca.

La última paloma que Noé envió jamás regresó al arca, así que Noé supo que como ella había encontrado tierra decidió quedarse allí. Finalmente, el arca reposó en un monte llamado Ararat.

La Biblia dice:

 Hazte un arca de madera de gofer; harás aposentos en el arca, y la calafatearás con brea por dentro y por fuera.

Y de esta manera la harás: de trescientos codos la longitud del arca, de cincuenta codos su anchura, y de treinta codos su altura.

Génesis 6:14 y 15

El Hermano Branham dijo:

 Noé esperó. El cuarto día pasó; nada de lluvia. Está bien, eso va a suceder.

Puedo oír a la Sra. Noé acercarse y decir: “¿Padre, estás segu-...?”.

“No hables así”.

Él tuvo paciencia, porque tenía fe. Sí, señor. Él tuvo virtud. Él tuvo conocimiento de que Dios tenía razón. Él tuvo dominio propio. Él no habló enojado, diciendo: “Pues, yo no sé qué habrá pasado. He perdido toda mi fama allá”. No, no. “Ya no le intereso a la gente. Saldré y comenzaré de nuevo”. No, no. Él tuvo paciencia. Dios lo prometió; Dios lo hará. Dios lo hará, por cuanto Dios lo dijo.

Y puedo ver a su hijo acercársele, decir: “Papá, sabes...”. Pasar la mano acariciándole el cabello largo y canoso, Uds. saben. Y él tenía cientos de años, Uds. saben, sentado allí. Le dijo: “Yo sé que eres un patriarca anciano. Yo—yo te amo, papá; pero, ¿no sería posible que hayas estado un poquito equivocado?”.

“¡Oh, no! No”.

“¿Por qué”?

“¡Dios lo dijo”!

“Pues, papá, con éste son seis días que llevamos sentados acá. Sentados acá en esta arca, grande y seca, sentados aquí. Y está toda sellada, por dentro y por fuera. Y hemos pasado todos estos años construyéndola. Y tú te paraste allá y predicaste hasta que te salieron canas y quedaste calvo. Y ahora estás acá arriba, queriendo decir tal y tal cosa. Y la gente se está burlando, y lanzan tomates podridos y otras cosas contra el lado de ella. Mira lo que estás haciendo. Pues, sabes...”.

“Ten paciencia, hijo”.

“¿Estás seguro”?

“¡Lloverá”!

Su nuera le dijo: “Padre, sabes...”.

“¡Lloverá”!

“Pero hemos pasado todos estos años, esperando; nos hemos estado preparando. Y tú nos dijiste que iba a llover, hace una semana. Y estamos aquí adentro, y las puertas están todas cerradas, y aquí estamos caminando de un lado a otro, y el Sol calentando tan fuerte como antes”.

“¡Pero lloverá”!

“¿Cómo lo sabes”?

“¡Dios lo dijo”!

La estatura de un varón perfecto, 62-1014M

Noé

Una vez, Dios mismo fue el arquitecto de un barco enorme y para construirlo escogió a un buen hombre llamado Noé.

Todo comenzó cuando Dios se disgustó por el comportamiento de la gente. Todo lo que hacía la gente era malo e impío. Parecía que ya nadie amaba a Dios; nadie excepto Noé.

Dios miró la maldad que había en la gente y decidió destruir toda la tierra con un gran diluvio. Solo quería que sobrevivieran Noé, su familia y los animales. Así que Dios le enseñó a Noé a construir un barco gigante que fuera suficientemente grande y fuerte para resistir la terrible inundación.

El barco debía ser gigante: 300 codos de largo, 50 codos de ancho y 30 codos de alto.

¡Eso es casi 137 metros de largo, 23 metros de ancho y 14 metros de alto! Tenía que hacerlo de madera de gofer y echarle brea (algo así como alquitrán) por dentro y por fuera. El enorme barco sólo tendría una ventana, la cual estaría en la parte de arriba.

Noé y su familia trabajaron y trabajaron en el arca. Siguieron perfectamente el plan de Dios y la construyeron como Dios les dijo. Por fin la habían terminado, pero faltaba mucho para que su trabajo concluyera.

Después, Noé y su familia debían reunir a los animales. Estos entraron de dos en dos y llenaron esa enorme arca. Ellos tenían que alimentar a los animales y mantenerlos limpios y contentos. Era muchísimo trabajo, pero probablemente también fue muy divertido.

Imagínate a Noé y su familia levantándose temprano en la mañana para revisar a los animales. Cuando terminaban de revisarlos, ¡tal vez ya era hora de dormir otra vez!

Por fin, Noé y su familia estaban listos. La enorme arca estaba terminada y todos los animales estaban en su lugar y listos. Entonces, después de preparase por años y años, por primera vez en la historia del mundo, empezó a llover.

Llovió y llovió, hasta que al final el mundo entero estaba cubierto por agua. El arca que Dios diseñó flotó según lo planeado. ¡Logró soportar la tormenta y mantener vivo a Noé!

Ahora, si el Dios que llevó esa vida animal a entrar en el arca aún es el mismo Dios, por instinto los dirigió a alejarse del peligro, alejarse de esas paredes que caerían. Pues, si—si un ave y una oveja y una vaca, y la vida animal, tienen el instinto suficiente para ser dirigidos a alejarse del peligro, cuánto más debería tenerlo la Iglesia de Dios para huir de las paredes de las cosas del mundo hoy, cuando están a punto de derrumbarse. Salgan amigos; párense por Cristo; crean en Cristo.

La reina de Sabá, 60-0710

    
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