No muy lejos de donde Zacarías y Elisabet vivían, había una pequeña ciudad de Galilea llamada Nazaret. En esta pequeña ciudad casi nunca ocurrían cosas importantes, pero eso estaba a punto de cambiar.
Verán, en Nazaret vivía una joven llamada María. Ella era una muchacha muy dulce que planeaba casarse con un buen hombre llamado José. María y José amaban a Dios y Le servían lo mejor que podían. Ellos sabían que Dios también los amaba y los bendecía; pero aún no sabían de la gran bendición que les esperaba.
Una mañana muy especial, algo le ocurrió a la joven María. Ella iba camino al pozo de Nazaret cuando, de repente, una gran Luz destelló y un Ángel apareció.
“¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres”. ¡Era el Ángel Gabriel, quien le estaba hablando a María!
Ella se asustó mucho y se preguntó qué significaba el Mensaje del Ángel.
“María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS”.
¡Vaya! ¡El Ángel acababa de decirle a María que tendría un Hijo! ¡El mismo Ángel que visitó a Zacarías también visitó a María para contarle las maravillosas noticias!
El Ángel siguió hablando con María y le dio muchos detalles del Niño que tendría. Además, ¡le contó que su prima Elisabet también iba a tener un hijo!
¡María tenía que visitarla de inmediato!
Cuando María llegó a la casa de Elisabet, comenzó a contarle todo lo que pasó en la visita del Ángel. Elisabet quedó asombrada. Sin duda estaba ocurriendo algo sobrenatural; pero Elisabet aún tenía un secreto: en su corazón sabía que su hijo no se había movido y temía que estuviera muerto.
Entonces todo cambió. María le contó a Elisabet que el Ángel dijo que debía llamar a su Hijo ¡Jesús! En ese momento, ¡el pequeño Juan cobró vida! El pequeño Juan estaba vivo y ¡recibió el Espíritu Santo cuando aún seguía en la barriguita de mamá!