La construcción del Tabernáculo Branham

Era el año 1933. Franklin D. Roosevelt acababa de ser elegido presidente de los Estados Unidos y la bandera americana sólo tenía 48 estrellas.

Era una época muy distinta a la época en que ahora vivimos. El país estaba luchando por superar la Gran Depresión y los tiempos eran muy difíciles. No existían cosas como computadores, iPads, celulares o internet. Ni siquiera se habían popularizado cosas como el aire acondicionado o los microondas.

El Hermano Branham solo tenía 24 años, pero sabía lo que tenía que hacer: ¡tenía un llamado en su vida para ser un ministro del Evangelio de Jesucristo!

La congregación del Hermano Branham estaba aumentando; él se dio cuenta de que muy pronto necesitaría un edificio permanente. Pero ¿cómo lo haría? Era durante la Gran Depresión y muy pocas personas tenían un trabajo que pagara suficiente para apoyar la nueva edificación.

Dios halló una manera de hacerlo. La gente empezó a dar diezmos y ofrendas, y el Hermano Branham incluyó ahí las de él. La ciudad de Jeffersonville firmó el proyecto con la ayuda de un amigo católico del Hermano Branham y la gente se puso a trabajar.

La mañana en que comenzó la construcción, el Señor le dio una visión al Hermano Branham. “Éste no es tu tabernáculo”.

“Señor, ¿dónde está?”, respondió el Hermano Branham.

Entonces el Señor llevó al Hermano Branham bajo el cielo y comenzó a decirle cosas que sucederían en el futuro. El Hermano Branham tomó nota de la visión y se la llevó al sitio de la construcción. Esa tarde la puso en la piedra angular de la nueva iglesia.

Ese mismo día, el abuelo del Hermano Branham junto con muchos otros comenzaron a construir el Tabernáculo Branham. Al poco tiempo ya estaban terminando los últimos detalles. Era un edificio sencillo, pero muy importante. Miles recibirían allí su sanidad, muertos resucitarían allí y, ante todo, las Palabras de Dios serían habladas allí.

Hoy tenemos cientos de cintas que se predicaron en el pequeño Tabernáculo Branham, situado en Jeffersonville Indiana, en la esquina de las calles Octava y Penn. ¿Te hubiera gustado ver al Hermano Branham predicar en el tabernáculo? ¿No sería genial devolverse en el tiempo y verlo predicar por primera vez en su propia iglesia? ¡Estaría predicando la misma Palabra de Dios que siempre predicó!

    
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