La historia ganadora

En la última revista de Cub Corner, les presentamos el reto de “terminar una historia”. Nosotros escribimos la mitad y les pedimos a Uds. que la terminaran.

Nos enviaron muchas historias geniales, pero solo podíamos escoger una ganadora. Así que ¡felicitaciones, Hermana Faith, de Pennsylvania: la tuya fue la ganadora! Aquí puedes verla publicada en la Revista Cub Corner y ¡además añadimos 20 puntos de YF a tu cuenta!

Había dos hermanos llamados Laura y Pablo. Ellos tenían mucho por lo cual estar agradecidos y lo sabían; pero a veces Dios usa algún medio para recordarnos que Él tiene el control y que todo lo que hagamos debe ser conforme a Su voluntad perfecta.

Un día, Laura y Pablo entraron a la casa a toda velocidad.

—¡Mamá, mamá! —gritaron.

—¡Tienes que verlos! ¡Son lo más tierno que hay en todo el mundo! —exclamó Laura.

—Es cierto, mamá, y además son excelentes perros de caza cuando crecen. Mamá, ¡de verdad lo voy a cuidar!

La mascota de los vecinos había tenido cachorros y ellos querían regalarles el mejor de la camada a Laura y a Pablo. La mamá de los niños no pudo negar que eran demasiado lindos.

—¡Los están REGALANDO! ¡Ni siquiera tenemos que pagar!

Mamá les contestó que tendrían que hablar con papá cuando regresara a casa. Todo el día se sintió la expectación en el aire; pero cuando papá por fin llegó, la idea pareció no emocionarlo tanto como a Laura y a Pablo.

Esa noche, cuando se sentaron a cenar, papá no dijo que no, pero tampoco dijo que sí. Papá dijo que primero tenían que…

…orar al respecto. Entonces papá les recordó lo que el Hermano Branham dijo:

—Recuerden lo que el Hermano Branham dijo el domingo por la noche: “No tomen decisiones con demasiada dureza o demasiado rápido, sin primero considerar a Dios al respecto”.

Los dos niños agacharon la cabeza. Luego, Pablo preguntó:

—¿Cómo sabremos cuál es Su voluntad?

—Les daré una idea: ya saben que para tener un perro primero necesitamos una casita, así que si logran conseguir una sabremos que Él quiere que tengamos un perro.

—Está bien, papá; nos parece bien —dijo Laura.

—¡Pero no olviden orar por eso! Y tiene que ser una casita barata —añadió papá.

Esa noche, ambos niños oraron. La semana siguiente, cuando regresaban de la escuela, Laura se detuvo en seco; ¡en el jardín de la vecina estaban REGALANDO una casita para perro! Corrieron a casa tan rápido como se habían detenido.

—Mamá, ¡encontramos una casita para perro GRATIS, en el jardín de la Señora Stevenson!

Esa noche, consiguieron la casita y adoptaron un cachorro al que llamaron Fritz, como el perro del Hermano Branham. Ellos nunca olvidaron la cita del Hermano Branham que les mencionó su papá.

    
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