El horario de Dios

Después de aprender sobre la historia de Elías, sin duda sabemos que Dios usa la Voz apacible y delicada para hablarles a Sus profetas. Pero ¿sabías que Dios nos habla de la misma manera?

Una vez, el Hermano Branham estaba en Fort Wayne, Indiana. Estaba hospedándose en un hotel llamado el “Hotel de Indiana”. Se habían dispersado noticias de que el Hermano Branham estaba en la ciudad, y por todas partes había gente que quería verle.

Una mañana, el Hermano Branham quería desayunar con la Hermana Branham y una Hermana llamada la Sra. Morgan. Las reuniones habían tenido tanta popularidad que, para evitar las multitudes, el Hermano Branham y su esposa tuvieron que salir a escondidas por una puerta secreta detrás del hotel.

Planeaban ir a un cierto restaurante, pero mientras iban para allá, Algo le dijo al Hermano Branham que volteara a la izquierda. Él no sabía el significado, pero obedeció. Pronto, se encontró en un restaurante completamente distinto, llamado la Cafetería de Miller. Cuando el Hermano Branham se sentó, alguien dijo: “Alabado sea el Señor”. Era una mujer que necesitaba sanidad para su hermano. La noche anterior, ella había orado toda la noche hasta que tuvo un sueño. En el sueño, se le dijo que estuviera en la Cafetería de Miller a las 9:00 a. m. Ella llegó a la hora exacta y también el Hermano Branham. Él oró por ella y ¡ella recibió su petición!

El Hermano Branham salió del restaurante. Extrañamente, una hermana por el nombre de la Sra. Domico estaba parada allí. Cuando vio al Hermano Branham, cayó al suelo. Le contó que estaba muriendo de cáncer y que la noche anterior soñó que debía estar parada afuera de la Cafetería de Miller a las 9:10 a. m. ¡Ahora estaba cara a cara con el Profeta de Dios!

El Hermano Branham finalmente regresó al hotel, pero Dios todavía le tenía otras citas. Mientras el Hermano y la Hermana Branham se acercaban al hotel, esa Voz apacible y delicada volvió a cambiar los planes del Hermano Branham. Le dijo que se detuviera. Sin saber por qué, el Hermano Branham la obedeció y se quedó parado en la esquina de la calle durante 10 a 15 minutos.

Finalmente, la Voz le dijo que se acercara a una cierta señora. Ella llevaba una falda de cuadros, una gorra y un bolso debajo del brazo. Caminó al lado del Hermano Branham y no pareció reconocerlo. Pero después, se dio la vuelta y miró hacia atrás.

Dijo: “Hermano Branham”.

“Buenos días, hermana”, respondió el Hermano Branham.

La hermana empezó a llorar mientas le contaba su historia al Hermano Branham. Estaba desesperada. Ni siquiera tenía el dinero suficiente para llegar a casa, así que tendría que pedirle a los autos que la llevaran hasta Canadá. Algo le dijo que se dirigiera a esa calle. Ella obedeció esa Voz apacible y delicada que le estaba hablando, y la guió directamente adonde el Hermano Branham estaba esperando.

El Hermano Branham le preguntó cuál era su problema y ella dijo que era su brazo. Entonces, ¡lo pudo extender como si nunca le hubiera pasado nada! ¡Y allí mismo en la calle empezó a regocijarse!

Ahora toda la gente estaba prestando atención y reconocieron al Hermano Branham. ¡Él tuvo una línea de oración allí mismo en el centro de Fort Wayne, Indiana!

Si el Hermano Branham hubiera sido el único que obedeció esa Voz apacible y delicada, nadie habría estado en el lugar correcto para que él orara por ellos. Si tan solo aprendemos a escuchar a Dios cuando nos habla, Él hará que todo funcione.

    
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