En ocasiones Dios se manifiesta ante nosotros en la simplicidad. Este es el testimonio de un joven que vio a Dios intervenir para que él pudiera observar un gran monumento de los Estados Unidos.
Hola:
Me llamo Micah. Quiero compartirles un testimonio de lo que ocurrió durante un viaje en familia. Emprendimos un viaje de dos semanas al Medio Oeste. El primer día, fuimos al Monte Rushmore, pero estaba tan nublado que ni siquiera se veían los rostros tallados en la roca. Decidimos quedarnos otro día para volver a intentar. Al día siguiente, seguía un poco nublado, así que oramos por la mañana y nos dirigimos a la montaña. Mientras conducíamos estábamos cantándole al Señor. Cuando llegamos, ¡se había despejado! Tomamos fotografías y subimos por un sendero donde se ven los rostros muy de cerca. Nos quedamos dos horas y, antes de irnos, mi papá dijo: “Miren por última vez porque Dios va a cerrar la puerta”; pasaron cuatro minutos y ya no se veía nada. Dios hizo desaparecer la niebla para que pudiéramos ver los rostros de la montaña y, cuando nos íbamos, la niebla regresó. Espero que les haya gustado mi testimonio.
Dios los bendiga,
Micah