Había una vez un niño llamado Josías. Probablemente era como los demás niños de su edad, solo que con una pequeña diferencia: ¡Josías era el rey de Judá! Aunque solo tenía ocho años, ¡era un rey!
Josías era un buen muchacho que amaba y quería servirle a Dios; pero en su nación había muchos que no servían a Dios. En el país, vivían personas que adoraban dioses falsos y habían olvidado que Dios cuidó a los hebreos. Adoraban estatuas e ídolos en lugar del Señor. Ellos amaban las cosas del mundo en lugar de las de Dios y habían olvidado obedecer las leyes y mandamientos de Dios. Josías quería que su reino confiara en el Señor; por lo tanto ¡las cosas tenían que cambiar!
Un día, Josías ordenó: “Vayan a decirle al sumo sacerdote que reúna el dinero que se ha llevado a la casa de Dios y que lo utilice para contratar obreros que reconstruyan el templo del Señor”. El pueblo obedeció la orden de su rey e inmediatamente comenzaron a trabajar en el templo. Entonces ocurrió algo increíble: cuando trabajaban en el templo, encontraron el libro de la ley de Moisés. ¡Era la Palabra de Dios que había desaparecido durante cientos de años!
En seguida, le llevaron el libro al rey Josías y se lo leyeron. ¡Josías quedó sorprendido! Finalmente, había escuchado la Palabra de Dios y ¡se dio cuenta que los hebreos no le servían a Dios como debían! Se sintió tan devastado que rasgó sus vestiduras. Sabía que Dios no estaba agradado con sus acciones y tenía que hacer algo al respecto.
El Rey Josías sabía que todos necesitaban escuchar la Palabra de Dios.
Reunió al pueblo y leyó en voz alta la Palabra de Dios para que todos escucharan. Luego, Josías hizo un pacto con el Señor: ¡Ellos guardarían Sus mandamientos y Le servirían de todo corazón!
Derribaron y destruyeron todos los altares de dioses falsos. Despedazaron y quemaron las estatuas y los ídolos; y ¡el pueblo renovó su fe en el único Dios verdadero y viviente!
Josías aprendió que la Palabra de Dios nos corrige y que tenemos que vivir conforme a Ella. Cuando el reino de Judá estaba en el pecado, la Palabra de Dios fue la que los regresó al buen camino. Esto también se aplica a nuestro caso. La Palabra de Dios siempre está a nuestro alcance: podemos leer la Biblia tanto como queramos y escuchar directamente al profeta de Dios.
Si en algún momento sientes que no le sirves a Dios como deberías, solo haz lo mismo que Josías: ¡regresa a la Palabra de Dios!