Había una vez un rey bueno que amaba mucho a su pueblo.
Dedicó su vida a servirle a su pueblo; pero no podía entender muy bien las cosas que ellos vivían.
Como ves, este rey siempre supo que sería rey, ya que había nacido en una familia real. Él nunca tuvo que cortar leña con el leñador, ni cultivar los campos como el agricultor; por lo tanto, no podía entender bien cómo era la vida de una persona normal en su reino.
Así que un día, este rey decidió convertirse en un campesino. Se quitaría la corona y renunciaría a todo su poder, para trabajar como los agricultores del campo y enfrentar la vida como los habitantes de su reino.
El rey le dijo a sus guardias y a sus nobles:
—Hoy, me verán por última vez en muchos años.
—Buen rey, ¿por qué dice eso? —preguntaron—. ¿Irá a un país extranjero?
El rey respondió:
—No, iré a mis súbditos y me convertiré en un campesino.
Sus guardias y sus nobles se asombraron. ¿Por qué se convertiría el rey en un campesino? ¿Por qué debería interesarse por la situación de los demás? Si él siempre será rey, ¿por qué le importa cómo viven otros? Ellos no podían comprenderlo; pero el rey estaba decidido. El buen rey dejó el castillo y vivió disfrazado entre los campesinos, para entenderlos mejor.
El rey amaba a su pueblo y quería conocer sus necesidades y deseos, ¡así que llegó a ser uno de ellos!
Dios hizo lo mismo por nosotros. Él cambió de ser Jehová Dios, para llegar a ser uno de nosotros, llamado Jesucristo. Así como nosotros, Jesús fue tentado, sufrió y hasta murió. Él no tenía que hacer nada de eso, Él era Dios. Pero decidió saber exactamente qué se siente ser nosotros porque nos ama demasiado.
Ahora cuando hablamos con Dios, sabemos que Él nos entiende perfectamente, ¡porque Él mismo llegó a ser un Ser Humano llamado Jesús!