Había una vez un joven llamado William. No era el Hermano Branham, sino otro William. Se llamaba William Upshaw. Cuando tenía 18 años, se cayó sobre el armazón de una carreta y se fracturó la espalda. Quedó paralizado durante los siguientes 66 años. No podía mover las piernas, así que tenía que permanecer acostado y si quería trasladarse tenía que usar silla de ruedas o muletas.
Afortunadamente, el señor Upshaw ya era Cristiano antes de sufrir el accidente; por lo tanto, sabía que Dios le había encomendado algo. Sabía que tenía que servirle a Dios, así que no dejó que su discapacidad fuera un impedimento. Asistió a la escuela y trabajó muy duro, siempre poniendo primero a Dios.
El señor Upshaw iba de escuela en escuela diciéndole a los jóvenes:
“NO DEJEN QUE NADA LOS DESANIME. NUNCA SE RINDAN”.
Él le hablaba a la gente sobre Jesús y les decía que Él aún podía sanar; pero, por alguna razón, aún no le había llegado el turno de ser sanado.
A la gente le agradaba mucho el señor Upshaw, tanto que ¡lo eligieron congresista de los Estados Unidos! ¡De ahí en adelante lo llamarían “el congresista Upshaw”!
En el Congreso, él luchó con mucho esfuerzo para aprobar leyes buenas y piadosas que ayudaran a la nación; pero Dios aún tenía algo reservado para él.
El congresista Upshaw ya era un anciano y, aunque tenía 84 años y seguía lisiado, nunca se rindió.
Él escuchó de otro hombre llamado William, William Branham. El congresista Upshaw sabía que el Hermano Branham era un poderoso profeta de Dios, así que un día fue a escucharlo.
Fue un servicio maravilloso; pero, para el congresista, estaba a punto de tornarse aun más maravilloso. Cuando el servicio ya casi concluía, el Hermano Branham les dijo a las personas que oraran los unos por los otros. El Espíritu Santo descendió y se manifestó en la audiencia. En ese mismo momento, mientras ayudan al Hermano Branham a bajar de la plataforma, él dijo: “Ve dile al diputado que Dios lo ha sanado. Lo vi que salía, caminando”.
Rápidamente le contaron al congresista que el Hermano Branham lo había visto en una visión. Entonces, por primera vez en 66 años, ¡arrojó sus muletas y caminó normalmente! Nunca las volvió a utilizar.
Durante 66 años, el congresista Upshaw tuvo que esperar pacientemente que Dios lo sanara, pero ¡no dejó que nada lo desanimara y jamás se rindió!
Por medio del Hermano Branham, Dios le dio al buen congresista las maravillosas noticias; y Dios aún nos da las buenas noticias por medio de Su profeta. Dios puede satisfacer cualquier necesidad que tengas. ¡Solo no permitas que nada te desanime y nunca te rindas!