Nehemías

Cuando el profeta Daniel era sólo un niño, el pueblo de Babilonia se llevó a los israelitas como prisioneros. Con el pasar de los años, algunos hebreos ascendieron a posiciones de gran poder en el Reino de Babilonia. Nehemías fue una de esas personas.

Aunque habían pasado muchos años desde que los babilonios sacaron a los hebreos de su hogar, Nehemías seguía muy preocupado por los que escaparon del cautiverio. Le habían contado que los que escaparon años atrás estaban sufriendo en Jerusalén. Nehemías era el copero del Rey, así que veía muy seguido al rey. Tal vez tendría la oportunidad de hablarle sobre sus hermanos y hermanas que estaban sufriendo.

Un día, Nehemías por fin tuvo la oportunidad. El rey le preguntó a Nehemías por qué estaba tan triste. Él le contó al Rey que la ciudad hebrea de Jerusalén estaba en ruinas y que las personas que vivían allí estaban sufriendo. Entonces Nehemías le pidió permiso de viajar a Jerusalén para reconstruirla. El rey le concedió la petición a Nehemías y lo envió a reconstruir la gran ciudad hebrea.

Nehemías sabía que no iba a ser fácil. Había gente cerca de Jerusalén a la que no le agradaban los hebreos y que no quería que reconstruyeran la ciudad. Dos hombres llamados Sanbalat y Tobías no se alegraron al enterarse de que Nehemías venía a ver cómo estaban los hijos de Israel. Al principio sólo se burlaron de él y sus obreros hebreos. Los insultaron y dijeron que el muro que construían era débil y que ni siquiera tenía la fuerza para sostener a un zorro.

A Nehemías y a sus trabajadores no les molestó, pero pronto los insultos de Sanbalat se convirtieron en amenazas. Nehemías permaneció firme; él acudió a Dios y oró. Los hebreos se armaron con espadas afiladas, lanzas fuertes y arcos poderosos. Hacían guardia por toda la noche y hasta dormían con su ropa, por si acaso los atacaban. La mitad de los trabajadores se convirtieron en guardias de tiempo completo y los demás tenían que llevar un arma a dondequiera que fueran.

Los hebreos permanecieron organizados y Nehemías hizo que todos siguieran trabajando duro; pero sus enemigos tampoco se rindieron. Trataron de engañar a Nehemías, pero él era mucho más sabio que ellos. Inventaron mentiras sobre él, pero Nehemías se defendió y dijo que no era cierto. Hasta trataron de capturarlo diciéndole que debía esconderse de unos hombres malos, pero Nehemías sabía que era una trampa y no cayó en ella.

Después de trabajar muchísimo en un lugar tan peligroso, por fin habían terminado el muro. ¡Nehemías y sus obreros guerreros habían terminado! Fue un gran día para el pueblo hebreo. Celebraron de la mejor manera posible: ¡leyeron la Palabra de Dios y se arrepintieron de sus pecados!

Nehemías fue un buen hombre, con una carga en su corazón por reconstruir la ciudad de Jerusalén y ayudar al pueblo hebreo. Dios lo usó para guiar a los obreros y hacer frente a sus enemigos. Con la ayuda de Dios, ¡Nehemías venció a sus enemigos y reconstruyó las murallas de Jerusalén!

Si estuvieras con Nehemías, ¿qué trabajo hubieras querido hacer? ¿Serías un guardia o un obrero? Usa tu imaginación y escríbenos contando cómo te hubiera gustado ayudar a Nehemías.

Puedes leer esta historia en el libro de Nehemías.

    
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