La hija de Jairo

En los días de Jesús, había un fiel principal de la sinagoga llamado Jairo. Él era un buen hombre; pero estaba involucrado con los poderes religiosos de ese día. Sus amigos envidiaban y odiaban a Jesús; pero algo dentro de Jairo sabía que estaban errados.

Un día, la hija de Jairo se enfermó demasiado. Los médicos intentaron ayudarla, pero fue en vano. Iba a morirse. Jairo estaba devastado; tenía que intentar algo más. Entonces, se acordó de Jesús.

Jairo estaba tan desesperado por ayudar a su niña que corrió rápidamente a encontrar a Jesús. Se postró a Sus pies y clamó: “Mi hija está agonizando; ven y pon las manos sobre ella para que sea salva, y vivirá”.

A Jairo no le importó que todos sus amigos lo estuvieran observando. No le importó que pudieran echarlo de su iglesia o perder su popularidad. ¡Su hija estaba muriendo y él sabía que Jesús podía ayudar!

Cuando Jesús acordó ir a su casa, Jairo debió sentirse mucho mejor. Sabía que el Señor Jesús oraría por su hija enferma; pero otro reto aún le esperaba a Jairo. 

Camino a su casa, un hombre vino a decirle a Jairo que ya era demasiado tarde; su hija había muerto. Le dijo a Jairo que no molestara más a Jesús, ya que Él no podría hacer nada. Jesús escuchó lo que pasaba y animó a Jairo, diciendo: “No temas, cree solamente”.

Cuando por fin llegaron a la casa de Jairo, todos estaban tristes y llorando. Jesús los miró y preguntó: “¿Por qué alborotáis y lloráis? La niña no está muerta, sino duerme”.

La gente que no creía en Jesús estaba convencida de que la niña estaba muerta; pero ¡Jesús dijo que sólo estaba dormida! Se burlaron de Jesús y pensaron que no sabía lo que decía. Pronto, ¡se darían cuenta de que eran ellos los que no sabían lo que decían!

Jesús echó a todos de la habitación, excepto al padre y la madre de la niña, a Pedro, a Jacobo y a Juan. Luego, Jesús tomó a la niña de la mano y dijo: “Talita cumi”, lo cual significa: “Niña, a ti te digo, levántate”.

Ya sabes lo que pasó después. ¡La niña muerta se levantó y caminó! ¡Estaba viva! ¿No te gustaría haber visto la cara de los incrédulos cuando la niña salió de la habitación? Nuevamente, Jesús probó que Él era Dios en carne humana. Él tenía poder sobre todo, ¡hasta sobre la muerte!

De haber sido Jairo, ¿habrías ido a Jesús? ¿Sabías que todavía puedes invitarlo a Él a tu casa? Recuerda que prometió que Él nunca nos dejaría ni nos desampararía. Todo lo que tienes que hacer es desesperarte y recurrir a Él, ¡así como Jairo! 

Puedes leer esta historia en Marcos, capítulo 5.

    
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